viernes, 15 de febrero de 2013


LOS ZAPATISMOS EN UN MUNDO QUE SE DESMORINA

(La Jornada, 15 de febrero del 2013)

 
El mundo que se desmorona es la civilización industrial, sostenida por cuatro pilares: a) la competencia, no la cooperación, entre individuos, empresas, países; b) los mercados dominados por la lógica capitalista, que permiten procesos ilimitables de acumulación, centralización y, sobre todo, de acumulación de riqueza (monopolios); c) el uso predominante de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón y uranio); y d) la ciencia y la tecnología como instrumentos de control y poder. En conjunto, estos cuatro mecanismos generan un modelo que dilapida la naturaleza y explota el trabajo humano.
Estos cuatro soportes siguen siendo postulados ciegamente por el neoliberalismo, y reproducidos, extendidos y ampliados por la mancuerna formada por el poder político (partidos y gobiernos sin distinción ideológica) y el poder económico (mercados, empresas, bancos, corporaciones). La crisis de civilización enfrenta ya problemas graves en todas las esferas, alcanza los espacios geopolíticos centrales (Japón, Europa y Estados Unidos) y, lo que es más preocupante, se niega a aceptar que se encamina hacia el colapso. De aquí al 2050 la población llegará a 9 mil millones, el petróleo se habrá agotado (y seguirán el gas y el carbón), la producción de alimentos será insuficiente y los efectos del cambio climático, amplificados y acumulados, serán, para decir lo menos, de severos a catastróficos.
En una entrega anterior ( La Jornada, 31/1/13) ofrecimos revisar desde una perspectiva ecopolítica el papel que juegan tanto el (neo) zapatismo del EZLN como ese otro zapatismo representado por miles de proyectos alternativos que se originan como resistencias frente a la depredación neoliberal. Ambos coinciden en que son procesos emancipadores que afirman y sostienen (en diferentes grados) el poder social, es decir, la autogestión local y/o regional en territorios concretos. Ambos muestran cómo salir del capitalismo, para utilizar la frase del filósofo francés André Gorz. Si los cinco caracoles han logrado mantenerse en un extenso territorio de Chiapas por fuera de los procesos hegemónicos de carácter político, económico y sociocultural, resulta por igual interesante que en al menos otras 16 regiones del país existan procesos autonómicos que sin ser explícitamente políticos se mueven en función de valores similares. Estos procesos de autonomía social se caracterizan por rasgos tales como la organización colectiva, la asamblea como instrumento supremo para la toma de decisiones, las prácticas productivas orientadas por el respeto a la naturaleza, la conservación de la biodiversidad, el rescate de la cultura, la acumulación social de capital, la creación de bancos, cajas de ahorro populares, mercados justos y orgánicos, la autodefensa. Una revisión de este otro zapatismo, más de 2 mil proyectos o experiencias con diversos grados de avance, permite distinguir 12 objetivos que implementados logran crear territorios liberados:
FotoHoy, transformación social, significa salvamento, porque vivimos una crisis de la supervivencia de la humanidad, del planeta y de la vida misma. Y esto no se logrará por las dos vías habituales: la electoral o la llamada violencia revolucionaria. La democracia representativa se ha vuelto ya inoperante dado el deterioro, corrupción e ineficacia de las instituciones. La vía violenta es inviable frente a los gigantescos poderes militares de los estados. Entonces “… si no es posible cambiar al mundo, cambiemos de mundo”. Sólo el poder social o ciudadano ejercido en los territorios, primero a pequeña escala y después expandido por la suma de espacios geopolíticos, logrará la transformación necesitada. Como sucede ya en otras partes del mundo, este proceso inédito de carácter ecológico político va ganando reconocimiento dentro de un novísimo pensamiento crítico. Ahí están los movimientos en India basados en el swadeshi de Gandhi, los cientos de ciudades del movimiento transition towns en Europa y otros sitios; las trayectorias populares guiadas por el buen vivir en la franja andina, y especialmente el caso de Cuba, que se ha vuelto un experimento societario de punta porque, más allá del régimen, ha logrado remontar el colapso energético (ver: www.youtube.com/watch?v=Vj_DV5ltdes).lAS ) En México los zapatismos constituyen las semillas del cambio civilizatorio. ¿Lograrán formar un frente amplio social? Escuchemos el silencio.

 

LOS ZAPATISMOS: UNA MIRADA DESDE LA ECOLOGIA POLITICA

(La Jornada, 1 de febrero del 2013)

Han pasado casi dos décadas desde aquel amanecer de 1994 en el que la rebelión indígena neozapatista cimbró al país y sorprendió al mundo. Y han pasado 12 años desde la publicación de mi libro La paz en Chiapas: ecología, luchas indígenas y modernidad alternativa, en el que expuse con base en una detallada secuencia de argumentos teóricos e información empírica la existencia de un otro zapatismo. En esa obra puse énfasis sobre la importancia estratégica de la confluencia de ambos. Hoy resulta conveniente hacer un repaso de lo sucedido con ambos zapatismos a la luz de los avances del pensamiento crítico y de los procesos sociales y políticos acaecidos principalmente en Latinoamérica. Para ello debemos comenzar estableciendo una tesis central, que aunque atisbada desde aquellos tiempos, hoy es ya una idea difícilmente rebatible: que los pensadores, partidos y movimientos de izquierda ya no son la vanguardia del mundo. El pensamiento crítico y las experiencias sociales más avanzadas se han trasladado a la ecología política. Y es ahí donde ocurren tanto las reflexiones más certeras sobre la compleja realidad del mundo contemporáneo como los experimentos societarios más novedosos y esperanzadores.
Hoy los intelectuales de la izquierda ortodoxa con más visión, flexibilidad e imaginación, como I. Wallerstein o A. Gunder-Frank, se han acercado o han tenido que ocuparse del asunto ecológico. Sin embargo, la gran mayoría de los teóricos ubicados a la izquierda, incluyendo sus principales figuras, han quedado ampliamente rebasados por los pensadores europeos y latinoamericanos que han abrazado la ecología política como un reflejo de las condiciones sin precedente del mundo de hoy. Entre otros debe citarse a Edgar Morin, Serge Latouche, Joan Martinez-Alier, André Gorz, Francisco Garrido-Peña, Jorge Reichman, Ulrich Beck, Hervé Kemp, además de Boaventura de Sousa-Santos, Eduardo Gudynas, Jean Robert, Angel A. Maya, Carlos Galano, Freddy Delgado y Leonardo Boff. A la lista deben agregarse los intelectuales indígenas, que han irrumpido en torno al concepto del buen vivir, así como los nombres de autores como Ivan Illich, Erich Fromm o Arthur Koestler, cuyas tesis olvidadas o depreciadas han resurgido. Las diferencias entre el pensamiento que hoy domina en la izquierda (nacional revolucionaria, social-demócrata, socialista, marxista o comunista) y los nuevos intérpretes se ponen en evidencia en los siguientes cinco temas nodales:
1. El mundo vive no solamente una crisis del sistema económico capitalista, sino una crisis de civilización que supone obligadamente la reconfiguración de todo el modo de vida moderno, un cambio radical de paradigmas y nuevas maneras de interpretar y analizar la realidad, tal y como lo expresé en un ensayo aparecido en 1992, Modernidad y ecología, publicado en la revista Nexos, y traducido y publicado en inglés, francés, italiano y portugués. Ver: nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=268735.
2. El objetivo central del análisis de la ecopolítica no es sólo la explotación de una minoría sobre la mayoría de los seres humanos, sino la expoliación y destrucción de la naturaleza. Ambos procesos no son sino las dos caras de un mismo fenómeno, dos actos de depredación íntimamente relacionados.
3. Hoy el imponente proceso de globalización neoliberal pone en entredicho las promesas de equidad, progreso y seguridad proclamados bajo el paraguas de la modernización, pero además ha dado lugar a un experimento sin control que amenaza el equilibrio ecológico del planeta, la existencia del ser humano y de toda la vida sobre la Tierra. La incapcidad para detener el calentamiento global, cuya causa principal es la contaminación provocada por el uso del petróleo, los sistemas agroindustriales y la deforestación, dejan ver un movimiento hacia el colapso que tiene como año emblemático el 2050 (ver mi artículo en La Jornada, 10/12/12).
4. Las claves para salir de esta situación extremadamente peligrosa parecen ser dos: a) la construcción del poder social, civil o ciudadano, única manera de detener las fuerzas destructivas del poder político (partidos y gobiernos) coludido o dominado por el poder económico (corporaciones, empresas y mercados); y b) volver la mirada hacia los 7 mil pueblos orignarios o indígenas del mundo, cuyas culturas tradicionales o premodernas contienen un conjunto de valores (reciprocidad, solidaridad, comunalismo, respeto a la naturaleza) imprescindibles para la regeneración social, cultural y ambiental.
5. Más que pensar en una conciencia de clase, hay que buscar una conciencia de especie, una conciencia planetaria, pues hoy toda batalla emancipadora, por muy localizada o focalizada que sea, se pone o del lado de la destrucción o del lado de la supervivencia. La política ha entrado de lleno a la era planetaria.
¿Qué podemos decir, con base en todo lo anterior, acerca del zapatismo del EZLN y del otro zapatismo, representado por miles de proyectos, con diferentes grados de éxito? ¿Es realmente el zapatismo chiapaneco un movimiento innovador que cambia la geometría política del mundo? ¿Cómo se sitúan ambos zapatismos en el difícil escenario planetario? ¿Y en la ebullición política, social y cultural de los pueblos indígenas latinoamericanos? Pido paciencia al lector para esperar mi siguiente colaboración, en la que trataré de responder a estas y otras preguntas, desde la lente que nos ofrece la ecología convertida en política.

 

 

¡TODOS SOMOS RATAS DE LABORATORIO!

(La Jornada, 18 de enero del 2013)

En su aclamado libro sobre la historia ambiental del siglo XX, publicado en el año 2000, J. R. McNeill concluyó que el mundo, y por supuesto los seres humanos, estaban viviendo un gran experimento sin control. En realidad el historiador estadunidense lo único que hacía era documentar con un detallado alud de estadísticas lo que otros pensadores como Erich Fromm, Edgar Morin y Arthur Koestler habían advertido años atrás. En especial, este último, uno de los gigantes del pensamiento crítico del siglo pasado, había señalado en su obra The ghost in the machine (El fantasma en la máquina, 1967) que el mundo se dirigía hacia el colapso (la era clímax, le llamó), con todas las curvas de los indicadores disparados hacia el cielo. McNeill derivó su conclusión del crecimiento exponencial, aparentemente indetenible, de la población humana, las ciudades, el uso de la energía, los minerales y el agua, la contaminación industrial, el PIB global y otros indicadores.

En plena consonancia con esta idea del mundo convertido en laboratorio, y posiblemente sin conocerla, el microbiólogo francés G. E. Seralini dio a conocer el año pasado su libro Todos somos ratas de laboratorio, apenas unos días después de haberle mostrado al mundo los enormes tumores de los riñones e hígado de las ratas alimentadas por dos años con el maíz transgénico producido por la compañía Monsanto (ver: www.ogm-alerte-mondiale.net), la misma que ha hecho todo lo posible por introducir su cereal genéticamente manipulado en la cuna del maíz, es decir, en México. Todo indica que Seralini se sacó el tremendo título de una sencilla extrapolación: dada la expansión de los cultivos transgénicos por todo el planeta, y especialmente la del maíz, los seres humanos estamos siendo utilizados como ratas de laboratorio por las gigantescas corporaciones y por los científicos que trabajan en ellas y para ellas, y cuyo objetivo final es el lucro. Tan sólo en 2012, Monsanto facturó 14 mil millones de dólares y tuvo ganancias por unos 2 mil 600 millones de dólares.
El experimento sin control tiene dos poderosos motores, alimentados por un mismo impulso. Uno es económico, el otro cognitivo. Uno se llama capitalismo, al otro le denominan ciencia. Entre la ambición desbocada del mercader y la insaciable sed por conocer del investigador hay pocas diferencias. Ambas obedecen a los mismos impulsos de control y poder. Poder sobre la competencia y control sobre la naturaleza o viceversa. La ceguera humana en los actores modernos convertidos en piezas especializadas de una gran maquinaria se ha vuelto invisible. El resultado de combinar estas dos acciones, en las que el lucro mueve al cada vez más poderoso aparato de conocimiento, es explosivo: cada vez el mundo se convierte más y más en un inmenso experimento sin control. ¿Evidencias? Permítanme señalar algunas de las más notorias. Cada año los autos matan a un millón de ciudadanos y dejan heridos a entre 20 y 30 millones; cada año se construyen más autos. Sólo en Europa existen 40 mil sustancias potencialmente tóxicas que no han sido analizadas. Mientras tanto, los casos de cáncer que aparecen a un ritmo de 13 a 14 millones al año van en aumento (http://globocan.iarc.fr/factsheets/populations). En Sudamérica el mar de soya transgénica ha reducido la variedad de paisajes, vegetaciones y biodiversidad de 47 millones de hectáreas (la cuarta parte de México) de cinco países en un monótono terraplén de una sola especie. Por el cambio climático los glaciares de todo el mundo (Himalayas, Alpes, Andes, etcétera) se reducen día a día y amenazan con dejar sin agua los principales ríos que riegan las áreas con los alimentos de más de mil millones de seres humanos. Un suceso ampliamente festejado simboliza la vigencia del experimento: el 20 de mayo de 2010 la revista Science publicó una noticia considerada histórica: el científico Craig Venter y su equipo de investigadores crearon un genoma totalmente artificial en un laboratorio. Venter patentó de inmediato la que llamó la primera forma de vida creada por el ser humano, y la bautizó como Mycoplasma laboratorium. ¡Hoy, como si fuera un dios, el supermono crea la vida, y de inmediato la convierte en mercancía!
¿Se detendrá el experimento? No en el corto plazo. Hoy decenas de millones de ciudadanos pertenecientes al grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) son preparados, aleccionados, entrenados para unirse de la manera más dócil posible al experimento. Otros países le siguen: más energía, minerales, agua, concreto, plástico, vidrio, tecnología, transporte. La velocidad a la que estos nuevos depositarios del progreso adquieren los niveles de confort anhelados es aún mayor al ritmo en que lo lograron Europa, Japón o Estados Unidos. Éstos padecen dramáticamente una crisis irresoluble por haber buscado y alcanzado justamente esos estándares de despilfarro. Las cifras conmueven. A finales de 2012, Estados Unidos era una sociedad en bancarrota: su gobierno federal, estatales y locales, sus hogares y sus empresas financieras, deben 55.3 billones de dólares. A la gigantesca deuda se agregan millones de desempleados y el estancamiento de los salarios. Mientras tanto en Europa las fiestas navideñas no dejaban de ocultar que 18.8 millones de personas de 17 países buscaban trabajo. Y el experimento no se detiene por una simple razón. Hay un sector, que representa a menos del uno por ciento de la población, humana que se beneficia de él. De acuerdo con Bloomberg, en 2012, de los 100 hombres más ricos del mundo sólo 16 perdieron; el resto ganó, y mucho. C. Slim, B. Gates, A. Ortega, W. Buffet y otros 80 incrementaron sus fortunas en 182 mil 800 millones de dólares. En su fase megamonopólica, el capitalismo sigue dando buenos resultados, aunque sea a cada vez menos.
En el libro arriba citado, A. Koestler hizo notar que además del conjunto de curvas ascendentes, explosivas y exponenciales, había otra serie de curvas que descendían tanto como aquéllas subían. Él las llamó las curvas de la ética. Yo las llamaría las curvas de la sabiduría: las curvas de la moral social, la ética individual, el espíritu cooperativo, la solidaridad, la prudencia, el arte de tolerar, la amistad, la compasión. Ello define la conciencia de especie. Sólo enderezando estas curvas dejaremos de ser lo que la mayoría no se atreve a aceptar: simples ratas de un laboratorio planetario.
Para Emily (1928-2013), quien nos enseñó a vivir con dignidad, a pesar de todo.

 

MÁRTIRES DE LA RESISTENCIA AMBIENTAL EN MÉXICO (2006-2012)

(La Jornada, 4 de enero del 2013)

Hoy defender in situ a la naturaleza es enfrentar ineludiblemente a las fuerzas desbocadas del capital: grupos de talamontes locales o regionales, impulsores de megaproyectos, gigantescas empresas mineras, de energía o del agua. Cada conflicto ambiental es una batalla recia entre los intereses corporativos o privados y el bienestar de los ciudadanos convertidos en voceros, defensores y militantes de la naturaleza. En estas batallas el Estado actúa casi siempre del lado de los primeros, y bajo los escudos justificativos del progreso, la modernización y el desarrollo. Cuando los intereses de la ganancia económica no logran corromper a abogados, jueces, presidentes municipales, funcionarios estatales y federales o bien dividir a las comunidades en resistencia, echan mano del último recurso que les queda: la cárcel, el secuestro, la amenaza de muerte y la muerte de líderes, abogados defensores y aún de funcionarios honestos.
FotoEn México, donde la conflictividad socioambiental se ha multiplicado a tal punto que un simple recuento hemerográfico de los años recientes arroja más de 200 conflictos –54 de ellos provocados por las compañías mineras– el saldo en víctimas mortales va en ascenso. Se trata mayoritariamente de gente rural, campesinos e indígenas, pero también de miembros de organizaciones ambientalistas e incluso de funcionarios de oficinas dedicadas a la protección y conservación del ambiente. La lista siguiente (ver cuadro arriba) es un recuento, todavía incompleto, de los activistas asesinados en los pasados seis años.
No hay duda de que estamos obligados a reconstruir esas historias de ignominia, rescatando del gélido silencio a los decenas, quizás cientos, de héroes ambientalistas tan anónimos como silvestres, que han arriesgado su vida para preservar el hábitat y los recursos naturales de la nación y del mundo. Sirva esta modesta contribución para lograrlo.

 

 

UNAM: ¿CIENCIA CON CONCIENCIA?

(La Jornada, 7 de diciembre del 2012)


En las redes sociales está circulando un video que resulta significativo para el devenir de la ciencia en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en el país, y que todo mundo debería consultar. Se trata de un programa de la serie Lupa Debates. El programa está dirigido a responder a la pregunta: ¿es riesgoso el maíz transgénico? Se encuentra en You Tube y fue escenificado por dos destacados investigadores de la UNAM: el doctor Mario Soberón, del Instituto de Biotecnología, y la doctora Elena Álvarez-Buylla, del Instituto de Ecología.
El video resulta trascendente no sólo porque muestra dos posiciones antagónicas del quehacer científico, sino porque la respuesta es decisiva para el campo y los productores rurales, la alimentación de los mexicanos y la riqueza biológica del país. Además, pone sobre la mesa dimensiones normalmente soslayadas, como el significado de la investigación científica y tecnológica en un mundo en crisis. Para hacerlo más atractivo, uno de los participantes, Mario Soberón, acaba de ser sancionado junto con la investigadora Alejandra Bravo por la propia UNAM por manipulaciones inapropiadas y categóricamente reprobables de imágenes sobre estudios de la bacteria BT –utilizada en la elaboración del maíz transgénico– para enfatizar resultados que buscaban obtener en al menos 11 artículos en revistas científicas internacionales.
El debate deja ver dos posiciones científicas muy diferentes. Por un lado, un microbiólogo cuyos trabajos son realizados en laboratorio, quien hace contribuciones a favor de una tecnología impulsada por los monopolios biotecnológicos del mundo, que pertenece a un estilo especializado y estrecho de hacer ciencia y que carece de información elemental sobre la historia, las peculiaridades y los problemas del agro mexicano. Para colmo, además de recibir sueldo de la UNAM es dueño de varias patentes biotecnológicas, es decir, mantiene un doble papel: investigador de una universidad pública y empresario biotecnológico. Del otro lado, Elena Álvarez-Buylla, si bien se dedica a la ecología genética de manera sobresaliente, comenzó realizando trabajos sobre sistemas campesinos agroforestales, es capaz de integrarse a grupos interdisciplinarios de investigación y participa en discusiones epistemológicas sobre ciencia y complejidad. Mario Soberón está totalmente a favor de introducir el maíz transgénico en México, Elena Álvarez-Buylla está radicalmente en contra.
Al alud de evidencias respecto del alto riesgo de contaminación genética de las variedades originarias del maíz se agregan estudios contundentes sobre los peligros de comer maíz transgénico. Un estudio reciente es el realizado por el investigador francés G. E. Seralini, autor del libro Todos somos ratas de laboratorio. Basta mirar los enormes tumores de los riñones e hígado de las ratas alimentadas por dos años con maíz transgénico (más el herbicida Roundup de Monsanto) para entender que quienes se empecinan en el uso de los alimentos transgénicos padecen algún tipo de locura. La soberbia tecnocrática amenaza no sólo la permanencia del maíz nativo, una creación de la civilización mesoamericana de por lo menos 7 mil años de antigüedad (ver: uccs.org), también pone en peligro la salud de millones de seres humanos. La locura halla una explicación mercantil en las ganancias de Monsanto, que habrá de facturar casi 14 mil millones de dólares en 2012 y alcanzará este año ganancias por unos 2 mil 600 millones de dólares.
Más allá de las actuaciones de estos investigadores en el debate, me interesa destacar algunos aspectos del caso. Primero, que no hay una manera, sino muchas, de hacer ciencia. Se puede ser un investigador destacado e incluso brillante dedicado a aliviar a sectores sociales marginados, o a perfeccionar lo efímero de una mercancía, o a preservar la duración de un alimento industrial, o a arruinar la salud de un ser humano, o a incrementar la vanidad de los individuos, o a incrementar el poder destructivo de una arma. En general hay de entrada ciencia pública, privada y social. Ello manda al basurero de las ideologías la muy sobada tesis de que la ciencia es neutra, lo que por cierto alimenta la soberbia y egolatría de los científicos. Este dogma se difunde masivamente para elevar la capacidad de negociación de las comunidades científicas, obtener más dividendos y apoyos y extender una imagen similar a la de las iglesias. La gran mayoría de los programas, acciones y actividades que se realizan como divulgación de la ciencia son propaganda disfrazada de ese dogma. Por ello resulta un sinsentido abogar por el incremento del presupuesto para ciencia y tecnología sin dejar bien claros los proyectos que se implementarán en cada rama, es decir, sin una verdadera política científica.
También emergen las relaciones de la ciencia con el capital. En el largo devenir humano, de unos 200 mil años, la ciencia es una modalidad del conocimiento con apenas unos 300. Su papel fue y sigue siendo generar innovaciones que perfeccionen los ciclos de las mercancías, es decir, que hagan eficientes los procesos de acumulación del capital, y que garanticen la defensa de todo ello (ciencia para la guerra). El resultado: los monopolios han alcanzado su máximo histórico y hoy mil 318 gigantescas corporaciones poseen 60 por ciento del capital del planeta (halfanhour.blogspot.com/2011/10/ one-percent.html). Conforme la ciencia de un país se va desarrollando, la investigación tiende a plegarse a los intereses de la industria, y esta industrialización del conocimiento es sinónimo de su mercantilización. Por eso en los países desarrollados la dupla ciencia/capital es casi perfecta. Tomar conciencia de este proceso es fundamental para asegurar una ciencia con ética social y ambiental.
En la UNAM, sectores cada vez más numerosos de sus comunidades científicas han comenzado a entrar a ese proceso, no solamente los biotecnólogos. Existen indicios de investigadores trabajando en proyectos de biomedicina, química, nanotecnología, genómica y ecología dirigidos a apoyar intereses corporativos.
Es hora de que en nuestra alma máter, donde se genera la mitad de la investigación científica del país, se inicie una magna discusión sobre la función social de la ciencia y se debata con seriedad su papel en un país y un mundo en crisis. También deben conocerse las nuevas corrientes que abogan por un nuevo pacto social, como la llamada ciencia para la sustentabilidad. No es posible que en la universidad más importante de Iberoamérica se dejen a la deriva las dimensiones éticas de la generación del conocimiento.

 

LA CUARTA GUERRA DE CALDERÓN: EL ECOCIDIO

(La Jornada, 23 de noviembre del 2012)

Este pequeño e inmisericorde aspirante a militar ha dejado un país en ruinas. La causa principal han sido sus guerras. Su guerra contra el narcotráfico, su guerra contra los trabajadores, su guerra contra los pobres y, finalmente, su guerra contra la naturaleza. Su belicismo obedece no solamente a la necesidad de legitimar una presidencia obtenida mediante el fraude electoral, sino a saldar y resolver resortes síquicos profundos ligados con la imagen que mira frente al espejo. Provinciano, mediocre, católico y corrupto, fue calificado por Raúl Vera, obispo de Saltillo, como el más cruel presidente que hemos tenido en México. El que se hizo llamar candidato del empleo envió a 15 millones de mexicanos a la miseria (según la Coneval), aumentó los impuestos, desmanteló sindicatos y restringió sus derechos a los que trabajamos, dedicó solamente 8 por ciento del presupuesto a los programas sociales (según la OCDE), dejó 7 millones de jóvenes sin escuela ni trabajo, y propició la muerte o desaparición de unos 100 mil mexicanos. También hubo impactos de sus decisiones en la dimensión ambiental y ecológica, en lo que fue su cuarta guerra.
Fiel a la doctrina neoliberal y a la maquinaria tecno-económica que la pone en práctica, Calderón terminó apoyando a y apoyándose en los monopolios nacionales y trasnacionales y en el Ejército y las fuerzas de seguridad. ¿Puede un presidente neoliberal pintarse de verde? Imposible. La causa primera y última de la crisis ecológica a toda escala, incluido el cambio climático, ha sido el modelo que busca mercantilizar los procesos naturales, explotar el capital natural. La contradicción fue enmascarada bajo una política doble: por un lado haciendo compromisos retóricos y concesiones irrelevantes mientras se facilitaban los grandes proyectos depredadores de la naturaleza. Como sucede en muchos países, en México la cosmética verde se ha vuelto una práctica común. Corporaciones, empresas, gobiernos y elites científicas se hacen la corte de manera recíproca, se conceden premios, se hacen cómplices, inventan espectáculos, guardan silencio y terminan formando parte de un círculo perverso.
Desde el inicio Calderón aprendió a manejar un discurso pintado de verde, pero su primera acción fue bajarle el presupuesto a la Semarnat en 21 por ciento. En la dimensión internacional estuvo siempre en sintonía con la corriente buscadora de un capitalismo verde, que intenta hacer negocios de cada asunto ecológico. Esto explica por qué organizó la Cumbre Mundial de Negocios para el Medio Ambiente (B4E, por sus siglas en inglés) en octubre de 2010. Lo anterior le permitió obtener el reconocimiento del PNUMA Campeones de la Tierra en 2011, y el Premio Ecología y Medio Ambiente, de la Fundación Miguel Alemán Valdés. Calderón fue no sólo puntual sino destacado en propiciar y facilitar una política ecológicamente destructiva de gran escala en cinco principales frentes.
El primero es el de la minería a cielo abierto. Durante el sexenio se otorgaron concesiones y permisos a casi 200 compañías canadienses, inglesas, estadunidenses, chinas, mexicanas, que se llevan oro, plata, cobre y otros metales prácticamente gratis, afectando y usurpando territorios comunitarios, y contaminando aguas, tierras y aire. Las emisiones tóxicas de la minería constituyen 70 por ciento del total, principalmente plomo, ácido sulfhídrico, cadmio, cromo, níquel y cianuro. Cada gramo de oro o cobre supone además un gasto descomunal de agua. Hoy, las concesiones mineras alcanzan una superficie de más de 50 millones de hectáreas, ¡la cuarta parte del territorio de México! De 2009 a la fecha los proyectos mineros han generado 54 conflictos con las poblaciones locales. Lo que las mineras han extraído en esta década equivale a ¡todo el oro y a la mitad de la plata extraída por la Corona Española en 300 años! El segundo frente tiene que ver con los megaproyectos turísticos, hidráulicos, urbanísticos y comerciales. Éstos afectaron cultivos, fuentes de agua, áreas forestales o manglares o arrecifes coralinos, e inundaron pueblos en al menos ocho estados de la República. El tercer frente es el de la producción de alimentos y otras materias primas. Calderón promulgó una Ley General del Cambio Climático, pero no hizo nada para detener el modelo agroindustrial que produce, a escala global, 28 por ciento de los gases de efecto invernadero. Los monocultivos agrícolas, forestales y ganaderos, orientados a la exportación, basados en agroquímicos, pesticidas, el despilfarro del agua y los altos costos energéticos, fueron objetivo central de la política agropecuaria y forestal de la Sagarpa. Como contraparte fueron mínimos los apoyos para incentivar, favorecer o fortalecer la agroecología dirigida a la soberanía y autosuficiencia alimentarias y a los productores tradicionales, no obstante que México es un país pionero a escala mundial en este campo.
A pesar de sus 35 millones de focos ahorradores, Calderón jamás adoptó una política de transición energética hacia las fuentes renovables. Ello implicaba poner en marcha apoyos sustantivos a la investigación aplicada, apoyos a la pequeña industria mexicana dedicada a generar tecnología, y programas masivos para la reconversión a escala de hogares. Finalmente debe citarse el caso trágico del maíz transgénico que las corporaciones (Monsanto, Syngenta, Dupont, Dow) intentan desde hace una década introducir en México en complicidad con las oficinas gubernamentales. Frente a ello, la resistencia campesina creció y se expandió por numerosas regiones del país y los científicos demostraron con hechos contundentes que todo el territorio mexicano es centro de origen y diseminación del maíz, además de emblema civilizatorio. Tan sólo en la península de Yucatán, la contaminación genética alcanzaría la producción de miel, donde 25 mil familias de apicultores mayas están amenazadas: su miel se exporta a Europa, donde se exigen productos genéticamente limpios. No tengo espacio para narrar la muerte de decenas de defensores, campesinos, asesores o activistas, que esta guerra también produjo. Sólo en Cherán, 12 comuneros han dado su vida en la defensa de los bosques. También el país tiene mártires ambientales. En unos días la cuarta guerra de Calderón habrá concluido. ¿Quién o quiénes recogerán los escombros?

 

LA MUERTE DE LA DEMOCRACIA Y EL VENDAVAL ECOLÓGICO

(La Jornada, 28 de septiembre del 2012)


Hoy, a las múltiples crisis del mundo industrial se agrega otra. Se trata del acta de defunción, empíricamente sustentada, de uno de los pilares de la civilización occidental, pieza clave para la toma de decisiones colectivas en sociedades complejas y baluarte del mundo moderno: la democracia. Hoy, sólo los ilusos o los cínicos pueden seguir creyendo que la institución surgida en la Grecia antigua cumple con los mínimos requisitos de calidad y eficacia que requieren para subsistir las complejas sociedades contemporáneas. En la era del capital corporativo, de los máximos monopolios registrados en la historia, y del uno por ciento dominando al resto, la democracia no sólo ya no funciona como instrumento de toma de decisiones, sino que se ha convertido en el medio que justifica y legitima el contubernio entre los poderes económicos y políticos del mundo. Ello permite y facilita la explotación impía de los ciudadanos del planeta. Los ejemplos recientes de Rusia, Grecia, España, Islandia y México han terminado de revelar el verdadero rostro de una institución que se ha vuelto ineficaz e ilegítima y que es necesario transformar con urgencia.
El contrato social establecido entre hombres supuestamente libres e iguales con el propósito de maximizar la libertad, el bienestar y la justicia ha quedado hecho añicos. Los que llaman a reinventar la democracia se quedan cortos ante la evidencia, donde el capital financiero y las gigantescas corporaciones imponen sus mandatos depredadores sobre partidos y gobiernos, no importa su ideología, utilizando la vía electoral para legitimarlos. La violencia que hoy ejercen los poderes sobre los seres humanos y la naturaleza, principal rasgo de la sociedad de riesgo global, halla su justificación en la llamada democracia representativa, la cual usa las tecnologías de la comunicación como instrumentos de control. Pero lo más preocupante es que esta forma de gestión política ya no es útil para enfrentar, desactivar y remontar la amenaza ecológica, que día a día asciende en la escala del riesgo, y que se vuelve una emergencia para todos los miembros de la especie sin distinción de nacionalidad, ideología, credo, cultura e historia. En unas décadas, el 2050, el cambio climático generará colapsos a todas las escalas, mientras 9 mil millones de seres humanos exigirán ser alimentados, educados, cobijados y dotados de salud, agua, aire y energía.
Frente a ello las comunidades humanas reaccionan absteniéndose de participar, e inventando desesperadamente otras maneras de decidir y consensuar. Las revueltas, sorpresivas e impredecibles, ejemplifican ese desdén por la vía electoral. La democracia representativa ha reducido al mínimo la obligación política del Estado frente a los ciudadanos y ha maximizado los deberes civiles ante el poder estatal, tales como el pago de impuestos, la sujeción a las decisiones centralizadas del Estado, la pérdida de control sobre derechos, territorios y recursos. Hoy comienzan a surgir, por fortuna, en la discusión teórica y en los movimientos sociales, nuevas formas de realizar la toma colectiva de decisiones. La falla nodal del sistema democrático actual es que la supuesta representatividad de los elegidos por el voto, mediante partidos políticos que supuestamente representan diferentes posiciones e ideologías, pierde todo significado cuando se coloca en el espacio real de los territorios. ¿Qué argumento justifica que el poder político altamente centralizado y reducido a unos cuantos cientos o miles de representantes decida el destino de millones de seres humanos? Como sucede en esta fase corporativa del capital, el monopolio político se autoasigna atributos que exceden los límites tolerables de las comunidades humanas. Mientras tanto, en el espacio real, a cada escala donde se reconoce la existencia del metabolismo entre los conglomerados humanos y la naturaleza, las mafias políticas representadas por el Estado y los partidos atentan permanentemente contra los ciudadanos y su cuerpo orgánico o ambiental, es decir, ponen en riesgo la existencia de la especie humana y del mundo natural.
Frente al modelo anacrónico de la democracia, que privilegia y aun circunscribe toda la práctica política a la escala nacional, hoy surgen nuevas formas de decisión colectiva de diferentes escalas, y en donde la defensa y gestión de los territorios, y todo lo que contienen, se vuelve el marco central de referencia. Así surgen formas de democracia participativa, directa, popular y autogestiva, modos de autogobierno, redes sin jerarquías pero bajo control ciudadano, que anuncian un modelo general alternativo, aún sin nombre, que requiere de una construcción conceptual. Estas novedades crecen y se multiplican por todos los rumbos, a la espera quizás de dar el salto hacia delante que se necesita: desconocer de facto el régimen nacional y constituirse en territorios liberados e independientes que pasen a formar confederaciones, ya no países, sin importar su localización o tamaño.
Que la democracia es obsoleta es una tesis comprobable en varias partes del mundo, donde destaca el caso mexicano. Hoy hay que aceptar que tras 30 devastadores años, el neoliberalismo es imposible de detener por la vía de los votos, aun cuando el partido ganador han sido los abstencionistas (39 por ciento). En México, la democracia ha instituido un presidente sicópata, otro alcohólico y otro más delincuente, en los últimos 12 años, sin que los ciudadanos podamos revertir o modificar tales situaciones. El aparato ha vencido, y lo más grave de todo es el vendaval que viene: el país, como el resto de los estados, deberá enfrentar y resolver las diversas amenazas de la crisis ecológica global (sequías, inundaciones, huracanes, derretimiento de glaciares, falta de agua para generar alimentos, contaminación de mares, costas, ríos; alimentos tóxicos, agotamiento de suelos, deforestación, aumento súbito de enfermedades, sustancias venenosas). Estas amenazas toman cuerpo en territorios concretos, a escalas precisas, donde o los ciudadanos toman decisiones por ellos mismos o sucumben, pues el Estado ha quedado rebasado. Ese ha sido el caso de Cuetzalan, la Montaña de Guerrero, Cherán, el amplio territorio de Wirikuta, Tepoztlán, el Chiapas zapatista, cientos de municipios en Oaxaca. A ello me referiré en un próximo artículo.